Significado de la loba, la pantera y el león de La Divina Comedia


La Loba: simboliza el pecado de la avaricia y la codicia. En lo político la loba es el poder temporal del Papa, Dante alude a la fundación de Roma por los hermanos Rómulo y Remo que fueron alimentados precisamente por una loba.

La Pantera: simboliza el pecado de la lujuria, este, es el primer pecado que asalta a Dante, él era lujurioso. Dante menciona en el texto en italiano la palabra “onza” porque se cree que él no conocía las panteras, pero los críticosse han encargado de modificar la palabra por pantera, ya que este animal es reconocido por la Iglesia Católica como el símbolo de la lujuria. La agilidad dela pantera representa el impulso de lujuria que penetra rápidamente en el hombre. Las manchas en la piel eran los pecados menores que acompañaban a la lujuria. En lo político, la pantera simboliza a la ciudad de Florencia y las manchas son los diferentes partidos y la agilidad es el enfrentamiento político.

El león: simboliza el pecado de la soberbia, el orgullo y la ambición moral. La cabeza alta es un signo de desprecio hacia el prójimo, se cree superior. El hambre rabiosa del animal son las ansias de poder. En el aspecto político figura como Francia que invadió Italia y al frente de la guerra estaba Carlos de Valois que se representa con la cabeza alta y el hambre es el deseo, y la ambición de victoria.

Fuente: http://es.slideshare.net/fluquex/significado-de-la-loba-la-pantera-y-el-leon

Fases del proceso alquímico según Jung


“El ennegrecimiento, la nigredo es el estado inicial, ya sea como cualidad de la prima materia, existente antes del caos o de la massa confusa, o bien causado por la división (solutio, separatio, divisio, putrefactio). Si, como se suponía en ocasiones, se postula el estado de división, se llega a la unión de los contrarios expresada por el símil de la unión de lo masculino y de lo femenino (el llamado coniungium, matrimonium, coniunctio, coïtus), y entonces se produce la muerte del producto de la unión (mortificatio, calcinatio, putrefactio), con el correspondiente ennegrecimiento. En virtud del lavaje (ablutio, baptista), se puede pasar de la nigredo directamente al emblanquecimiento, o bien el alma (anima), que ha huido del cuerpo muerto, vuelve a unirse a éste para vivificarlo, o bien los muchos colores (omnes colores, cauda pavones) conducen a un único color, el blanco, que los contiene a todos. Con esto, se llega a la primera meta capital del proceso a la albedo, tinctura alba, terra alba foliata, lapis albus, etc… estadio que muchos autores describen en términos tan laudatorios, como si se hubiera alcanzado la meta última. Pero todavía falta elevar ese estado argénteo o lunar a estado solar. La albedo es en cierto modo el alba, pero sólo la rubedo representa la salida del sol. El paso a la rubedo es la citrinitas (amarilleamiento), que, como ya dijimos, con el tiempo quedó abandonada. De manera que aumentando el fuego al máximo, la rubedo sale directamente de la albedo. El color blanco y el color rojo son el rey y la reina, que pueden celebrar aun en esta fase sus nuptiae chymicae” (Jung 1999, 55). 

El Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne



Recordemos que el profesor Lidenbrock, principal protagonista de la novela de Verne, sigue las huellas de un alquimista, Arne Saknussem, remontando en su camino el pasado de la naturaleza, en un verdadero regreso a las fuentes. En esto también Viaje al Centro a la Tierra entronca con la tradición del descensus ad inferos, el descenso a los infiernos, en su vertiente de regresus ad uterum, la vuelta al seno de la Gran Madre Ctónica, paradigma de los ritos de paso; y es que la obra de Julio Verne reviste todos los elementos de un viaje iniciático, porque el pretexto de la aventura no ensombrece el núcleo verdadero de la historia, la del viaje de descubrimiento o la búsqueda individual en pos de la sabiduría, de la gnosis y, en el caso de Axel, otro de los protagonistas de la novela, de la conquista de la madurez intelectual y espiritual. 

De este modo, mediante su conexión con la alquimia, se revela la verdadera naturaleza del relato de Verne como un auténtico descenso a los infiernos; un viaje de iniciación ritual. Según Simone Vierne, que ha consagrado un monumental estudio al carácter iniciático de la obra verniana (2), ésta tiene su raíz en la corriente de tradiciones esotéricas más arcaicas, como los misterios eleusinos, la queste griálica, el hermetismo y la masonería, por no hablar del ciclo de Gilgamesh y la eterna busca de la inmortalidad, así como el mito tibetano de Agartha y otras ciudades subterráneas. La constante presencia de los grandes temas míticos en la obra de Jules Verne incitan a algunos autores a ver en ella una mitología bien estructurada, una planificada y consciente revisión de ritos esotéricos, o bien una recreación en filigrana de los mitos escogidos por las grandes obras literarias (3) 

Si puede ponerse en tela de juicio que todas las obras de Jules Verne participen de este carácter iniciático, no cabe dudarlo en lo que se refiere particularmente al Viaja al Centro de la Tierra, de simbolismo tan evidente y tan turbador el cortejo de elementos rituales y esotéricos que aparecen en esta obra. En este sentido, merece la pena recordar que el ritual de toda ceremonia de iniciación comporta tres secuencias fundamentales: la preparación del candidato –que tiene lugar a menudo en el antro, caverna o recinto sagrado– , el viaje, símbolo de muerte, tránsito o metamorfosis, y el renacimiento, resurreción o salida del antro iniciático. En la novela de Verne, el comienzo del viaje está marcado por la aparición de un documento secreto, en forma de criptograma, escrito en carácteres rúnicos, esto es, sagrados –se atribuyen al mismísmo Odín– y transrito en latín por un alquimista, Arne Saknussem, cuyas obras habían sido destruídas al considerarlas heréticas. Este manuscrito investido de propiedades misteriosas y esotéricas equivale a una revelación que definitivamente marca el camino y señala el comienzo de la empresa iniciática. El hecho de que la ciencia de Lidenbrock, el científico, se revele impotente para descifrar el criptograma, y que sea el cándido Axel quien lo haga por azar o intuición, manifiestan que éste ha sido elegido por su inocencia (como en el célebre caso de Galaad en la queste griálica) para conquistar la cima.


Prosiguiendo con la lectura en clave simbólica de la obra de Verne, podría añadirse que el destino del viaje es el centro de la tierra, el punto supremo, imagen del Centro primordial, lugar sagrado por excelencia, inaccesible al profano. Y del mismo modo, el umbral o paso de entrada se halla en un volcán, puerta del infierno, en algún remoto lugar de Islandia, región que participa del simbolismo polar, una vez más asociado a la imagen del Paraíso o Axis mundi. En la novela, este acceso al inframundo debe cumplirse en una fecha determinada, la del solsticio de verano, cuya significación en determinados rituales de la masonería y en el contexto de los misterios de la antigüedad hemos puesto de manifiesto en diversas ocasiones. Finalmente, el juramento del silencio es impuesto al neófito, como establecen los cánones de la inciación, especialmente en el caso de algunas religiones mistéricas y en la francmasonería. Basten las pequeñas notas aquí apuntadas para poner de relieve el componente esotérico del Viaje al Centro de la Tierra, de Julio Verne, cuya vertiente simbólica admite una lectura de mayor profundidad a nivel iniciático que quizá podramos retomar en otra ocasión.

Fuente: http://www.viajesconmitia.com/2010/06/03/viaje-al-centro-de-la-tierra/

CUADRATURA DEL CÍRCULO

Santa Sofía (Estambul)

Se denomina cuadratura del círculo al problema matemático irresoluble de geometría consistente en hallar con solo regla y compás un cuadrado que posea un área que sea igual a la de un círculo dado.

En la Biblia, la creación comienza cuando Dios dice: ¡Qué sea hecha la luz! Y acaba con la imagen de la Jerusalén celestial que en las miniaturas medievales aparece como un cuadrado perfecto, pues así lo narra el Apocalipsis. La imposibilidad matemática de la “cuadratura del círculo”, un axioma profundamente hermético, se convierte en una realidad simbólica, pues lo infinito se concretiza, el universo se vuelve cognoscible y el espíritu se transforma en materia. Sin embargo, y como acabamos de apuntar, existe un proceso inverso conocido con el nombre de sublimación en el que la forma concreta, representada por el cuadrado, se espiritualiza o, dicho de otro modo, se sublima retornando al estado original; este proceso está simbolizado por el frontón o la cúpula de los edificios. Se trata de una relación propia de los edificios, sobre todo religiosos con una base cuadrangular coronada por una cúpula circular. De este modo se expresa el retorno de la materia original a su fuente. 

Un ejemplo significativo de este simbolismo en el cual la planta cuadrangular representaría la tierra y la cúpula circular el cielo lo encontramos en la basílica de Santa Sofía de Estambul. Entrar en “la Iglesia de la Santa Sabiduría de Dios” es como volver la vientre materno: el gran tamaño de la cúpula, sus perfectas proporciones y el efecto de la luz del sol que se cuela por las ventanas superiores y sigue el movimiento de la tierra muestran al fiel el saber que ordena todo el universo, el visible y el invisible. Es fácil intuir que la cúpula de Santa Sofía representaría el aspecto mediador entre el Padre y el Hijo, entre el creador y la criatura, el lugar donde se produce este encuentro. Y ello nos habla de su forma.


Para Joseph Campbell “El reino del cielo descansa en las cuatro esquinas de la Tierra, algunas veces sostenida por cuatro cariátides que pueden ser reyes, enanos, gigantes, elefantes o tortugas. De aquí la tradicional importancia del problema matemático de la cuadratura del círculo: contiene el secreto de la transformación de las formas celestes en terrenas. El hogar de la casa, el altar del templo, es el centro de la rueda de la Tierra, el vientre de la Madre Universal, cuyo fuego es el fuego de la vida. La abertura del techo de la casa, o la corona, el pináculo o la linterna de la cúpula, es el centro o punto medio del cielo, es la puerta del sol…” 

Para los alquimistas la cuadratura del círculo también es posible. Podemos observarlo en el emblema creado por Michael Maier: "Desde el macho y la hembra traza un círculo,después, un cuadrado, y luego, un triángulo; haz un círculo y tendrás la Piedra de los Filósofos".


GEOMETRÍA SAGRADA

El Universo, o el cículo, el triángulo y el cuadrado. Sengai Gibon


Según algunas leyendas la geometría es el único arte ligado al retorno del hombre al paraíso. Euclides habría heredado este arte de Noé, quién a su vez lo habría recibido de Adán, que lo recibió directamente de Dios cuando fue expulsado del Jardín del Edén como un precioso útil para su retorno al lugar original.

El manuscrito masónico “Grand Lodge Nº 1” datado en 1583. Pero cuyo contenido pudo haberse redactado en 1220, durante la construcción de la catedral de York, define las siete artes liberales: gramática, lógica, dialéctica, aritmética, geometría, música y astronomía. Según este manuscrito: “estas siete se basan todas en un arte que es la geometría. El hombre puede probar que todas las artes del mundo se fundan en la geometría. Pues la geometría ha enseñado al hombre la medida, la ponderación y los pesos de todas las cosas sobre la tierra”.

La imagen más importante de la masonería está formada por la escuadra y el compás que enmarcan una enigmática letra “G”. para René Guénon esta letra muestra, al tiempo que esconde al Gran Arquitecto del Universo, al Creador de todas las cosas que con la ayuda de la escuadra y el compás construye y ordena todo el Universo. El compás simboliza la bóveda celeste, el círculo o la esfera, mientras que la escuadra representa todo lo creado y en el centro se situaría logos o el verbum del prefacio del Evangelio según san Juan.

Las tres figuras básicas de la geometría son el círculo, el triangulo y el cuadrado. El círculo es símbolo de lo perpetuo y según el tao, el origen de todas las criaturas, sin embargo el círculo necesita al triángulo para que con este principio se complete. Del triángulo surge el cuadrado –la unión de dos fuerzas triangulares-, a partir del cual se engendraran “los diez mil seres” que se citan en el Tao Te King.

El origen de todo se manifiesta a partir del Uno, que equivale al círculo primero de la caligrafía. Del uno se llega al dos –el primer desdoblamiento- y seguidamente al tres, que a su vez engendra “los diez mil seres”, lo que entendemos por la Creación.

Las tres formas básicas triángulo, cuadrado y círculo, simbolizan la relación (triángulo) entre el cielo (círculo) y la Tierra (cuadrado). Cabe destacar que estas tres formas esconden un sistema de conocimiento, o geometría sagrada, fundamentada en el diálogo círculo, triángulo y cuadrado, que explicarían las fases de la creación y guardarían relación con un orden cosmológico o divino.

En un análisis simbólico de las formas básicas. El círculo equivaldría al principio, aquello celeste y volátil, mientras que el cuadrado equivaldría al final, lo concreto, terrestre y fijo; un proceso descendente que en otros momentos se invierte para convertirse en ascendente, es decir, para simbolizar la espiritualización de la materia y que, como en todo proceso ternario, y la simbología lo es, vuelve a materializarse pero de una forma evidentemente distinta.

En la Biblia, la creación comienza cuando Dios dice: ¡Qué sea hecha la luz! Y acaba con la imagen de la Jerusalén celestial que en las miniaturas medievales aparece como un cuadrado perfecto, pues así lo narra el Apocalipsis. La imposibilidad matemática de la “cuadratura del círculo”, un axioma profundamente hermético, se convierte en una realidad simbólica, pues lo infinito se concretiza, el universo se vuelve cognoscible y el espíritu se transforma en materia. Sin embargo, y como acabamos de apuntar, existe un proceso inverso conocido con el nombre de sublimación en el que la forma concreta, representada por el cuadrado, se espiritualiza o, dicho de otro modo, se sublima retornando al estado original; este proceso está simbolizado por el frontón o la cúpula de los edificios. Se trata de una relación propia de los edificios, sobre todo religiosos con una base cuadrangular coronada por una cúpula circular. De este modo se expresa el retorno de la materia original a su fuente.

Un ejemplo significativo de este simbolismo en el cual la planta cuadrangular representaría la tierra y la cúpula circular el cielo lo encontramos en la basílica de Santa Sofía de Estambul. Entrar en “la Iglesia de la Santa Sabiduría de Dios” es como volver la vientre materno: el gran tamaño de la cúpula, sus perfectas proporciones y el efecto de la luz del sol que se cuela por las ventanas superiores y sigue el movimiento de la tierra muestran al fiel el saber que ordena todo el universo, el visible y el invisible. Es fácil intuir que la cúpula de Santa Sofía representaría el aspecto mediador entre el Padre y el Hijo, entre el creador y la criatura, el lugar donde se produce este encuentro. Y ello nos habla de su forma.

GNOSTICISMO

Icon Sophia, the Holy Wisdom, and syzygy Sophia with Jesus Christ

El gnosticismo es un conjunto de corrientes sincréticas filosófico-religiosas que llegaron a mimetizarse con el cristianismo en los tres primeros siglos de nuestra era, convirtiéndose finalmente en un pensamiento declarado herético después de una etapa de cierto prestigio entre los intelectuales cristianos. En efecto, puede hablarse de un gnosticismo pagano y de un gnosticismo cristiano, aunque el más significativo pensamiento gnóstico se alcanzó como rama heterodoxa del cristianismo primitivo. Según esta doctrina los iniciados no se salvan por la fe en el perdón gracias al sacrificio de Cristo, sino que se salvan mediante la gnosis, o conocimiento introspectivo de lo divino, que es un conocimiento superior a la fe. Ni la sola fe ni la muerte de Cristo bastan para salvarse. El ser humano es autónomo para salvarse a sí mismo.

Fuente: Wikipedia

El silencio


Existe un proverbio que dice que “el silencio es oro”, y deberán admitir que las verdades más profundas de la filosofía se ocultan a menudo de los lugares comunes y las conversaciones corrientes. Y así llegamos al núcleo del asunto del que deseaba hablarles, pues saben que el esoterismo, es decir, “el interior” del misterio de vida se expresa siempre por el silencio…
Pues, ¿quién no recuerda a los acusmáticos pitagóricos, la escuela de silencio a la que cada discípulo debía someterse durante años, cinco según Jámblico, antes de que se le autorizara a hablar? Y en relación al orden que fundó en Crotona, Pitágoras estableció la siguiente regla (seguramente una regla de oro): “No se debe hablar de los asuntos pitagóricos sin luz” Este acusma resulta sorprendente que si se reflexiona sobre su significado. Hay que abstenerse de hablar del verbo profético o de cosas parecidas, en tanto que la oscuridad no se haya clarificado, en tanto que la luz virgen de Artemisa no haya sido proyectada en aquellos en los que poco antes todo era oscuro…

Colores alquímicos: simbolismo del rojo

Splendor Solis

La importancia simbólica del color rojo proviene del hecho que este color indica el final de la Gran Obra de los alquimistas. El primer y principal color es el negro que aparece, a lo más tardar el día 42, después la obscuridad va desapareciendo para dar lugar al color blanco, símbolo de la culminación de la purificación. Al blanco le sucede el citrino, que los alquimistas denominan "nuestro oro", y al final se muestra el color rojo y es la flor de oro su corona real.


El proceso alquímico comienza con las tinieblas, donde desaparecen las formas de la creación imperfecta condenada a la disolución. El negro alude al inicio de la putrefacción y de la completa disolución de la materia, es el color de Saturno, el planeta más alejado según la antigua cosmología. De la obscuridad de la putrefacción surge el blanco, la luz, y ello sucede cuando la materia está en un estado de de fijación muy avanzada para que pueda manifestarse el germen de la nueva creación.  A esta manifestación que surge de la luz se le otorga el color dorado o el rojo, si lo que se quiere simbolizar es el fruto de su madurez.

Además de la importancia  del color en el proceder alquímico, el simbolismo de los colores es fundamental para el conocimiento del mundo medio, el color complementario del rojo es el verde. Los alquimista, visionarios y místicos  hablan de este color identificándolo con la manifestación de la luz oculta. 





Rojo: Color de la Obra o Piedra Filosofal que aparece tras el Blanco, hay que cocer seguido hasta que aparezca. Entre el blanco y el rojo hay un cierto color ceniciento, ceniza («no desprecies la ceniza, que se licuará»), luego aparece el rey coronado con la diadema roja. Para Pemety, es el cuarto color principal, flor de su oro, corona real. Si aparece antes que el negro, es que se ha dado más calor.

SOLVE ET COAGULA


Solve et coagula es una antigua máxima de la alquimia, "disolver y coagular", y significa que algo debe ser primero descompuesto o destruido para poder luego poder componer o construir algo nuevo.  El alquimista, con su operación, abre la tierra para extraer de ella los metales; a esta operación se le denomina la disolución (solve). Después les da forma con el mismo fuego, mediante el Arte (coagula)

Los alquimistas entendían la expresión "Solve et coagula" tanto en su sentido literal como metafísico. Para crear nuevas sustancias, era necesario descomponer las existentes. Por ejemplo fundir metales para crear una nueva aleación. Pero la transmutación de metales era también entendida como una analogía de la transmutación personal y espiritual de una persona hacia la perfección. Para crear un hombre nuevo era necesario destruir al anterior.
 
Es necesario que el cuerpo perezca y que muera, si se quiere extraer el alma que aquel tenía encerrada. Y de esta quinta esencia trasvasada a un cuerpo puro, fijo perfectamente conocido, nacerá una nueva criatura, más resplandeciente que cualquiera de aquellas de quienes procede.

Esta cita de Fulcanelli hace referencia a la obra alquímica que consiste en separar la luz de la oscuridad que la vela, y concentrar o coagular esta luz en un cuerpo puro. Así pues  podemos resumir que el hombre debe desembarazarse de la corteza que le cubre desde la caída origínal, sólo así podrá librarse del hombre viejo para dar lugar al nacimiento del hombre nuevo.

El infierno de Dante y el secreto del hombre

La Divina Comedia de Dante con ilustraciones realizadas en Génova, a finales del s. XIV. 
(Bodleian Library, University of Oxford, MS. Holkham misc. 48)

Extracto de "El infierno de Dante y el secreto del hombre"  publicado en Arsgravis

Todos llevamos dentro nuestro propio secreto ¿quién de nosotros no lo ha presentido nun­ca?. Quizá hallemos aquí una de las explicaciones de la palabra evangélica: “Se dará al que ya tiene”. Presentir este secreto es pre­sentir el infierno, pues el infierno es el secreto del hombre. ¿Quién osará y quién conseguirá sin perjuicios, como Dante, penetrar en este “secreto del mundo”?

La Divina Comedia suele considerarse como la expresión más completa del esoterismo cristiano. Si deseamos saber algo de ello, leamos a Dante no por su belleza sino por su verdad.
En el primer canto, el poeta se extravía queriendo alcanzar di­rectamente la cima por la “pendiente árida” que había emprendido. El paso le fue cerrado por una bestia “que nunca ha dejado pasar a nadie, sino que acosa al hombre hasta devorarlo” y que “se acopla a numerosos machos” (Infierno, I, 95-96 y 100). Así pues, para reencontrar la vía tiene que hallar a un guía, Virgilio, maestro del bello lenguaje: “Eres mi maes­tro” –exclamó Dante– “y mi autor, eres el único de quien he podido adoptar el noble estilo a quien debo el honor” (I, 85-87). Notemos este após­trofe, pues nada ha sido escrito inútilmente. Este guía era un maestro del noble estilo, llamado también en aquella época lenguaje cerra­do. Pero Dante no hubiera podido realizar este encuentro sin la intervención de tres damas: la virgen María, Beatriz y Lucía.
“Deberás seguir otra vía”, dice Virgilio, “si quieres salvarte. […] creo y pienso, pues, que para ti lo mejor consiste en seguirme. Y seré tu guía para sacarte de aquí hacia un lugar eterno, donde podrás oír los gritos desesperados, donde verás el duelo de las almas anti­guas que gimen por la segunda muerte. Más allá, verás a aquellos que están contentos incluso en pleno fuego y que esperan alcanzar un día el coro de los bienaventurados” (I, 91 y 112-120).
Dante replicó: “Condúceme allí donde acabas de decirme, a fin de que pueda ver la puerta de san Pedro y a aquellos tan afligidos de los que me has hablado” (I, 132-135). Siguiendo a su guía paso a paso Dante penetra en el secreto: “En­tonces partió y seguí sus pasos” (I, 136). Así termina el primer canto. Así comienza el camino: initium, ‘comienzo’, Dante emprendió de esta forma la vía iniciática.
A modo de conclusión de este primer canto de la Divina Come­dia, observemos, ante todo, que la vía iniciática indicada aquí aparece muy distinta de la mística habitual.La mística se esfuerza por al­canzar directamente la cima, y es aquí donde Dante confiesa haberse extraviado en la pendiente árida. Los poderes de los ascetas, los hechos maravillosos que a menudo acompañan una gran santidad, atestiguan sin duda alguna una realización que no está al alcance de los hombres vulgares. 
La mística separa el cielo de la tierra, en lugar de unirlos; no se trata, pues, de una realización humana propiamente dicha, puesto que el hombre está compuesto de espíritu y cuerpo. Incluso cuando el místico utiliza ciertas técnicas, como el yoga hindú, técnicas de purificación y de dominio, el cuerpo sólo es considerado como un soporte pasajero cuyo espíritu debe tender a desprenderse.
El tema del descenso a los infiernos es célebre en la literatura clásica. Era el tema dominante en las iniciaciones de Eleusis. Pero no hay que malinterpretar el significado de esta katabasis. No sólo tiene un valor de enseñanza. En hebreo la palabra cheol, ‘infierno’, procede de una raíz que significa ‘pedir’. El cheol está representa­do por unas fauces siempre abiertas de una avidez insaciable y no devuelve lo que ha cogido. Cuando el viviente baja al cheol, es para quitarle algo muy preciado, es para liberar su secreto, el secreto del hombre. Dicho secreto no se encuentra en el cielo de los místicos, incluso cuando se unen aunque sea por un instante, según dicen, con el gran Todo. Este secreto se encuentra en el infierno con los conde­nados, es el de la Palabra perdida. El ignorante busca en sueños.

Fuente: http://www.arsgravis.com/?p=185

CUESTIONES SIMBÓLICAS DE RAIMON AROLA (MIS APUNTES)


La simbología se nos presenta como un medio para aspirar al conocimiento en un entorno atormentado y desconcertado por aportaciones, muchas veces contradictorias, que a lo largo de los siglos nos han aportado las religiones y la filosofía.


El objetivo de la simbología es descubrir la simiente de los cielos que se halla oculta en el hombre.

El inicio del estudio de lo simbólico empieza con el conocimiento de sus tres formas básicas (tríada primordial) que son el origen del hombre y del mundo:

Moises: 1. Tierra y Agua, 2. Cielo, 3 Ruaj Elohim (espíritu).

Hermes: 1. Cuerpo. 2 Espíritu. 3. Anima.

Fisico-químicos: 1. Azufre y sal de la naturaleza (Sol y Luna herméticos). 2. Mercurio (espíritu etéreo). 3. Natura (esencia)

Cuatroelemistas. 1. Tierra y Agua. 2. Aire y Fuego. 3. Esencia (quinta).





La traducción del Bhagavad Gita, a un idioma occidental en el año 1785, puede considerarse como el comienzo de una nueva manera de acercarse a la religión y el colofón a una búsqueda de muchos siglos en Europa. Muchos intelectuales y artistas tomaron conciencia de la importancia y complejidad del pensamiento religioso y espiritual de otras culturas, que hasta entonces habían sido consideradas primitivas, y por ello superadas. Hay que tener en cuenta que en el Bhagavad Gita, Krishna se revela a Arjuna como “el mismísimo Dios”. Esta aseveración dio un enfoque distinto a la mirada occidental que calificaba estas tradiciones como politeístas o panteístas.


En el siglo XV se cristianizaron los textos paganos (Corpus Herméticum, oráculos caldeos, textos neoplatónicos…) para crear todo un entramado de correspondencias simbólicas que remitieran a la figura de Cristo. Con el Bhagavad Gita empieza a surgir propuestas que abogan por una supra-religión o por una divinidad externa a las formas religiosas. Empieza a crecer una unidad espiritual, la idea de un dios supra-religioso que debería ser el mismo para el cristianismo y el hinduismo. Se aboga por una espiritualidad universal y por la posibilidad de una salvación que no procediera solamente del sacrificio crístico. Esta idea de unidad de tradiciones dio origen a las sociedades teosóficas y floreció en círculos esotéricos y el movimiento masónico.

“No hay más religión que la Verdad”, fue una máxima de la Sociedad Teosófica en la que aparece una confrontación entre “dios” y verdad. Sin embargo en el movimiento que se originó a partir del pensamiento de Paracelso simplemente cambió el uso del lenguaje y la historia sagrada, de tal modo que la venida del Mesías se la denominó la realización de la Piedra Alquímica. Así, si verse obligados a entrar en controversias confesionales, se centraron en un universo gnóstico mucho más universal, que en definitiva pertenece al mundo de los símbolos.

Michael Maier: El alquimista une al macho y a la hembra para comenzar su obra, 1618

El simbolismo se caracteriza por una universalidad que va más allá de las particularidades de cada época y cultura. Su núcleo central simple y profundamente complejo es “la Piedra Filosofal”, un concepto en el que se reúnen el espíritu con la materia y el cielo con la tierra. Los símbolos han sido y todavía son, un hilo interior y secreto que explicaba, y aún hoy debería explicar, el misterio de la encarnación cristiana o lo que los herméticos llamaron “realización de la Piedra Filosofal”. Los textos clásicos de alquimia insisten una y otra vez en “la operación de unidad”, pues en ellos este mundo y el otro mundo conviven y adquieren sentido en una única realidad. La búsqueda de la unidad es el sentido fundamental del símbolo.

A partir de las propuestas renacentistas de la philosophia perennis del siglo XV, muchos fueron los intentos para relacionar símbolo y arte. La fuerza del arte renacentista practicado por Leonardo, Miguel Ángel, Rafael, Bramante, la escuela veneciana, etc. no nació de una voluntad estética sino de una necesidad simbólica: la de rencontrar y actualizar una sabiduría original que justificara la philosophia perennis.

Para un trabajo dedicado a Bocchi, Rafael zafra y José Javier Azanza escribieron lo siguiente: Estos símbolos constituyen las enseñanzas más bellas y apropiadas de la vida, ocultas a los imprudentes y reveladas a las personas juiciosas: los símbolos sólo pueden ser entendidos por aquellos que se lo merecen. Únicamente los sabios a través de la reflexión pueden llegar a las verdades que encierran. El símbolo enlaza una apariencia con una realidad que le da su significado sin dejar por ello de estar velada.

Estas palabras se deben, entre otras cosas, a que los símbolos revelan, y ello en el doble sentido que posee este término, puesto que “muestran” pero también “vuelven a velar”.

Para Bochi la palabra símbolo se refiere a un modo de conocimiento atribuido a Pitágoras que se transmitió por el Renacimiento a partir de los textos de Jámblico. En aquella época el pensamiento pitagórico, o quizás debería decirse neoplatónico, se encontró con nuevos conocimientos, tales como las enseñanzas de los cabalistas hebreos, el descubrimiento de los oráculos caldeos y las interpretaciones filosóficas de los mitos.

Hoy en día siguiendo la estela de Bochi el símbolo se entiende como vía de conocimiento y de reunión entre espíritu y materia.

La tradición pitagórica, y también la alquímica, dividen el hombre en espíritu, alma y cuerpo, otra tríada básica. El espíritu es el órgano del hombre interior opuesto al cuerpo, mientras que el alma se encuentra entre ambos; el alma representa la parte celeste del compuesto o, incluso, la escalera que une lo humano con lo divino.


Louis Jean Francoise Lagrenée (1724-1805): Eros y Psique

Louis Cattiaux escribió: el espíritu está oculto en el cuerpo, y el alma se manifiesta por la separación y por la unión de ambos en la eternidad del Único. En este caso, el alma equivale a la función de Eros que une lo más alto con lo más bajo. Eros es el dios que nació para vincular el alto Olimpo con el bajo Tártaro, tal como lo narró Hesíodo.

La reunión de dos partes separadas, que es el acto simbólico por excelencia, nos sitúa en un contexto extraño puesto que nos obliga a determinar de qué naturaleza son las partes. En la Tabula Smaragdina de Hermes Trismegisto se dice que esos dos extremos corresponden a lo más alto y a los más bajo. Uno de los aforismos herméticos más conocidos es: "Visita los interiores de la tierra, rectificando encontrarás la piedra oculta", una frase que se resume con el anacronismo V.I.T.R.I.O.L., un término estrechamente relacionado con la obra alquímica y que los alquimistas utilizaron para expresar la unión de lo más alto y lo más bajo.

Louis Cattiaux se refirió a esta unión con las siguientes palabras: "Si juntamos lo más bajo con lo más alto por mediación de lo más medio, obtendremos el origen y el fin de todo lo que ha sido, todo lo que es y todo lo que será". Según Cattiaux, para que se produzca la reunión entre lo más alto y lo más bajo debe conocerse "lo más medio". Esta idea la reitera en otros aforismos: "la materia media da el conocimientos de las esencias extremas", "quien sabe unir los contrarios de igual naturaleza posee la ciencia".

Louis catitaux: Signe de l'infini, 1949

Los símbolos son realidades espirituales y físicas que reúnen este mundo , lo más bajo, con el mundo otro, lo más alto. Y deben ser secretos en la medida que muestran que lo más inferior de este mundo es de la misma naturaleza que el superior del mundo otro o mundo invisible; filosóficamente sería lo sobrenatural, en tanto que trasciende lo mundano y por lo tanto es divino. El símbolo nos muestra aquello del del mundo otro que está en este, pero sin manifestarse.

Cattiaux considera que "la materia media" es el lugar donde se manifiesta el universo simbólico. Para André Breton "todo induce a creer que existe un cierto punto del espíritu donde la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo cesan de ser percibidos contradictoriamente.

Encontrar el mundo otro en este es tarea del arte y la simbología. Parece claro que  no puede separarse el mundo medio de aquello que los hombres han considerado siempre perteneciente a lo divino. Henry Corbin, tras estudiar los relatos visionarios de los maestros iranios confirmó aquello que ya habían enseñado los antiguos cristianos, pues relacionó el lugar intermedio con una angelología.


Gustave Doré: Ilustración de La Divina Comedia


En el pensamiento simbólico, la cosmología es indisociable de la agelología y, al no tener en cuenta la existencia de los ángeles, fallan los fundamentos cosmológicos.

Para Corbin la recuperación de la angelología antigua es una recuperación del pensamiento mágico y simbólico en el que cada parte de la creación está en relación con las otras originando la ciencia de las correspondencias, aquella que Pico della Mirandola, como otros autores renacentistas llamaron ciencia natural. Para Mirandola "la magia es la parte práctica de la ciencia natural". Los ángeles son hilos ocultos que enlazan y tejen el universo entendido como la manifestación de lo invisible.

Para Corbín la teoría de Copérnico incidió de manera inevitable en la concepción simbólica del Universo, de tal modo que las correspondencias entre los ángeles y el alma del hombre se rompieron y la angelología desapareció. Lo mismo ocurrió con la gnosis, que fue rechazada tanto por la academia, con sus presupuestos positivistas, como por las religiones, que en general, prefieren los dogmas al conocimiento místico. 

A mediados del siglo XVIII, el positivismo terminó con la posibilidad de acercarse al conocimiento mágico del mundo, uesto que según el pensamiento que rige el mundo moderno, tan solo están vinculadas aquellas partes del cosmos que la razón humana puede unir.


"La unión de los abismos". Anton Joseph Kirchweger

El fuego y, en consecuencia los masculino, se representan simbólicamente por medio de un triangulo con el vértice hacia arriba, mientras que el agua y lo femenino se representan con el mismo triángulo con el vértice hacia bajo; cuando se unen surge la estrella de David que crea la paz entre los opuestos.

En la imagen "la unión de los abismos" se recrea la unión de los opuestos,  la estrella está rodeada por dos serpientes, la superior que alude a lo volatil y la inferior a lo fijo que se corresponde al simbolismo de lo alto y de lo bajo que cita La Tabla Esmeralda.

Se puede entender el universo original como una unidad que se separó en dos para dar lugar a la creación, como si un papel se rompiera en dos partes: una representa el Yang (Adan) y la otra el Yin (Eva), que configuran los dos principios que darán origen a todo lo creado.

El Tao engendra al Uno,
El Uno engendra al Dos,
El Dos engendra al Tres.
El Tres engendra a los diez mil seres.
Los diez mil seres llevan el Yin en sus espaldas y el Yang en sus frentes, 
Y la armonía de su Qi depende del equilibrio de estas dos fuerzas.


El símbolo recuerda que las dos partes  deben volver a unirse para recuperar la unidad primera. Como sucede con los dos fragmentos del papel, una parte del símbolo solo puede unirse con su otra parte. 

El simbolismo traslada la operación del papel a un nivel cósmico y trascendente que enseña en todas y cada una de sus imágenes el mismo proceso: UNIÓN, SEPARACIÓN, REUNIÓN.  A partir de la primera separación, estado en el que el hombre se encuentra después de la expulsión del Paraíso original, comienza el proceso encaminado hacia la reunión.Las partes separadas son de la misma naturaleza, por lo que inevitablemente se buscan.

El amor es la gran fuerza que tiende a reunir o a reintegrar en la unidad a las partes separadas que son de la misma naturaleza, a los que los alquimistas añaden que esta unión solamente puede darse en la pureza.

Grabado de Barent Coenders van Helpen 

Los mitos, en general,  y el nacimiento de Atenea y el de Marsias en particular, con la intervención de Apolo, muestran simbólicamente las operaciones alquímicas.

Apolo es el dios de la luz mientras que Marsias representa la naturaleza agreste y sombría, sin finura ni erudición. Al desollar a Marsias, Apolo le despoja de la piel de bestia que lo recubre para que pueda manifestarse la vida pura, que entonces fluye como un río vivificante.

La inspiración de las musas da alas al hombre para que pueda retornar a su origen; sin embargo, eso no significa escapar de la encarnación ni tampoco despreciarla, sino al contrario, el cometido del ser humano consistiría en eliminar los elementos heterogéneos de dicha encarnación y encontrar la vida pura que habita en su interior.

Gracias al castigo divino el soberbio sátiro desaparece para dar paso al dios de la luz y la música. Se trata de un nuevo sentido que podríamos denominar alquímico, pues tendría que ver con la primera operación de este arte: la purificación, putrefacción o disolución.  

“ Es necesario que el cuerpo perezca y que muera, si se quiere extraer el alma […]. Y de esta quintaesencia, trasvasada a un cuerpo puro, fijo, perfectamente conocido, nacerá una nueva criatura, más resplandeciente que cualquiera de aquellas de quienes procede.”

Al recuperar el lenguaje alquímico de los filósofos antiguos, Fulcanelli se refiere al cuerpo puro que sería la finalidad de la alquimia. La obra alquímica consistirá en separar la luz de la oscuridad que la vela, y concentrar o coagular esta luz en un cuerpo puro.

Según Fulcanelli “los cuerpos no tienen acción los unos sobre los otros, solo el espíritu es activo y eficaz”. Esta afirmación sugiere que la fuerza del espíritu es la que sostiene la creación, puesto que es su origen. Se diría que gracias a la actuación del espíritu sobre la materia se producen las operaciones de la Gran Obra: solve et coagula. El alquimista, con su operación, abre la tierra para extraer de ella los metales; a esta operación se le denomina la disolución (solve). Después les da forma con el mismo fuego, mediante el Arte (coagula).

Así pues, para contarse entre los salvados es necesario desembarazarse  de las cortezas que cubre al hombre desde la caída original.

La carne de adán no tiene porvenir, solo la carne pura lo tiene. Al liberarse de la piel de bestia, o del hombre viejo, aparece el mundo medio, la nueva realidad: el símbolo.

Bartolomeo Manfredi (1582-1622): Apolo y Marsias