La Divina Comedia de Dante con ilustraciones realizadas en Génova, a finales del s. XIV.
(Bodleian Library, University of Oxford, MS. Holkham misc. 48)
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Extracto de "El infierno de Dante y el secreto del hombre" publicado en Arsgravis
Todos llevamos dentro nuestro propio secreto ¿quién de nosotros no lo ha presentido nunca?. Quizá hallemos aquí una de las explicaciones de la palabra evangélica: “Se dará al que ya tiene”. Presentir este secreto es presentir el infierno, pues el infierno es el secreto del hombre. ¿Quién osará y quién conseguirá sin perjuicios, como Dante, penetrar en este “secreto del mundo”?
Todos llevamos dentro nuestro propio secreto ¿quién de nosotros no lo ha presentido nunca?. Quizá hallemos aquí una de las explicaciones de la palabra evangélica: “Se dará al que ya tiene”. Presentir este secreto es presentir el infierno, pues el infierno es el secreto del hombre. ¿Quién osará y quién conseguirá sin perjuicios, como Dante, penetrar en este “secreto del mundo”?
La Divina Comedia suele considerarse como la expresión más completa del esoterismo cristiano. Si deseamos saber algo de ello, leamos a Dante no por su belleza sino por su verdad.
En el primer canto, el poeta se extravía queriendo alcanzar directamente la cima por la “pendiente árida” que había emprendido. El paso le fue cerrado por una bestia “que nunca ha dejado pasar a nadie, sino que acosa al hombre hasta devorarlo” y que “se acopla a numerosos machos” (Infierno, I, 95-96 y 100). Así pues, para reencontrar la vía tiene que hallar a un guía, Virgilio, maestro del bello lenguaje: “Eres mi maestro” –exclamó Dante– “y mi autor, eres el único de quien he podido adoptar el noble estilo a quien debo el honor” (I, 85-87). Notemos este apóstrofe, pues nada ha sido escrito inútilmente. Este guía era un maestro del noble estilo, llamado también en aquella época lenguaje cerrado. Pero Dante no hubiera podido realizar este encuentro sin la intervención de tres damas: la virgen María, Beatriz y Lucía.
“Deberás seguir otra vía”, dice Virgilio, “si quieres salvarte. […] creo y pienso, pues, que para ti lo mejor consiste en seguirme. Y seré tu guía para sacarte de aquí hacia un lugar eterno, donde podrás oír los gritos desesperados, donde verás el duelo de las almas antiguas que gimen por la segunda muerte. Más allá, verás a aquellos que están contentos incluso en pleno fuego y que esperan alcanzar un día el coro de los bienaventurados” (I, 91 y 112-120).
Dante replicó: “Condúceme allí donde acabas de decirme, a fin de que pueda ver la puerta de san Pedro y a aquellos tan afligidos de los que me has hablado” (I, 132-135). Siguiendo a su guía paso a paso Dante penetra en el secreto: “Entonces partió y seguí sus pasos” (I, 136). Así termina el primer canto. Así comienza el camino: initium, ‘comienzo’, Dante emprendió de esta forma la vía iniciática.
A modo de conclusión de este primer canto de la Divina Comedia, observemos, ante todo, que la vía iniciática indicada aquí aparece muy distinta de la mística habitual.La mística se esfuerza por alcanzar directamente la cima, y es aquí donde Dante confiesa haberse extraviado en la pendiente árida. Los poderes de los ascetas, los hechos maravillosos que a menudo acompañan una gran santidad, atestiguan sin duda alguna una realización que no está al alcance de los hombres vulgares.
La mística separa el cielo de la tierra, en lugar de unirlos; no se trata, pues, de una realización humana propiamente dicha, puesto que el hombre está compuesto de espíritu y cuerpo. Incluso cuando el místico utiliza ciertas técnicas, como el yoga hindú, técnicas de purificación y de dominio, el cuerpo sólo es considerado como un soporte pasajero cuyo espíritu debe tender a desprenderse.
El tema del descenso a los infiernos es célebre en la literatura clásica. Era el tema dominante en las iniciaciones de Eleusis. Pero no hay que malinterpretar el significado de esta katabasis. No sólo tiene un valor de enseñanza. En hebreo la palabra cheol, ‘infierno’, procede de una raíz que significa ‘pedir’. El cheol está representado por unas fauces siempre abiertas de una avidez insaciable y no devuelve lo que ha cogido. Cuando el viviente baja al cheol, es para quitarle algo muy preciado, es para liberar su secreto, el secreto del hombre. Dicho secreto no se encuentra en el cielo de los místicos, incluso cuando se unen aunque sea por un instante, según dicen, con el gran Todo. Este secreto se encuentra en el infierno con los condenados, es el de la Palabra perdida. El ignorante busca en sueños.
Fuente: http://www.arsgravis.com/?p=185
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