GEOMETRÍA SAGRADA

El Universo, o el cículo, el triángulo y el cuadrado. Sengai Gibon


Según algunas leyendas la geometría es el único arte ligado al retorno del hombre al paraíso. Euclides habría heredado este arte de Noé, quién a su vez lo habría recibido de Adán, que lo recibió directamente de Dios cuando fue expulsado del Jardín del Edén como un precioso útil para su retorno al lugar original.

El manuscrito masónico “Grand Lodge Nº 1” datado en 1583. Pero cuyo contenido pudo haberse redactado en 1220, durante la construcción de la catedral de York, define las siete artes liberales: gramática, lógica, dialéctica, aritmética, geometría, música y astronomía. Según este manuscrito: “estas siete se basan todas en un arte que es la geometría. El hombre puede probar que todas las artes del mundo se fundan en la geometría. Pues la geometría ha enseñado al hombre la medida, la ponderación y los pesos de todas las cosas sobre la tierra”.

La imagen más importante de la masonería está formada por la escuadra y el compás que enmarcan una enigmática letra “G”. para René Guénon esta letra muestra, al tiempo que esconde al Gran Arquitecto del Universo, al Creador de todas las cosas que con la ayuda de la escuadra y el compás construye y ordena todo el Universo. El compás simboliza la bóveda celeste, el círculo o la esfera, mientras que la escuadra representa todo lo creado y en el centro se situaría logos o el verbum del prefacio del Evangelio según san Juan.

Las tres figuras básicas de la geometría son el círculo, el triangulo y el cuadrado. El círculo es símbolo de lo perpetuo y según el tao, el origen de todas las criaturas, sin embargo el círculo necesita al triángulo para que con este principio se complete. Del triángulo surge el cuadrado –la unión de dos fuerzas triangulares-, a partir del cual se engendraran “los diez mil seres” que se citan en el Tao Te King.

El origen de todo se manifiesta a partir del Uno, que equivale al círculo primero de la caligrafía. Del uno se llega al dos –el primer desdoblamiento- y seguidamente al tres, que a su vez engendra “los diez mil seres”, lo que entendemos por la Creación.

Las tres formas básicas triángulo, cuadrado y círculo, simbolizan la relación (triángulo) entre el cielo (círculo) y la Tierra (cuadrado). Cabe destacar que estas tres formas esconden un sistema de conocimiento, o geometría sagrada, fundamentada en el diálogo círculo, triángulo y cuadrado, que explicarían las fases de la creación y guardarían relación con un orden cosmológico o divino.

En un análisis simbólico de las formas básicas. El círculo equivaldría al principio, aquello celeste y volátil, mientras que el cuadrado equivaldría al final, lo concreto, terrestre y fijo; un proceso descendente que en otros momentos se invierte para convertirse en ascendente, es decir, para simbolizar la espiritualización de la materia y que, como en todo proceso ternario, y la simbología lo es, vuelve a materializarse pero de una forma evidentemente distinta.

En la Biblia, la creación comienza cuando Dios dice: ¡Qué sea hecha la luz! Y acaba con la imagen de la Jerusalén celestial que en las miniaturas medievales aparece como un cuadrado perfecto, pues así lo narra el Apocalipsis. La imposibilidad matemática de la “cuadratura del círculo”, un axioma profundamente hermético, se convierte en una realidad simbólica, pues lo infinito se concretiza, el universo se vuelve cognoscible y el espíritu se transforma en materia. Sin embargo, y como acabamos de apuntar, existe un proceso inverso conocido con el nombre de sublimación en el que la forma concreta, representada por el cuadrado, se espiritualiza o, dicho de otro modo, se sublima retornando al estado original; este proceso está simbolizado por el frontón o la cúpula de los edificios. Se trata de una relación propia de los edificios, sobre todo religiosos con una base cuadrangular coronada por una cúpula circular. De este modo se expresa el retorno de la materia original a su fuente.

Un ejemplo significativo de este simbolismo en el cual la planta cuadrangular representaría la tierra y la cúpula circular el cielo lo encontramos en la basílica de Santa Sofía de Estambul. Entrar en “la Iglesia de la Santa Sabiduría de Dios” es como volver la vientre materno: el gran tamaño de la cúpula, sus perfectas proporciones y el efecto de la luz del sol que se cuela por las ventanas superiores y sigue el movimiento de la tierra muestran al fiel el saber que ordena todo el universo, el visible y el invisible. Es fácil intuir que la cúpula de Santa Sofía representaría el aspecto mediador entre el Padre y el Hijo, entre el creador y la criatura, el lugar donde se produce este encuentro. Y ello nos habla de su forma.

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