Entendiendo el simbolismo como el medio por el que transita el hombre en el camino del reencuentro con Dios llegamos al florecimiento de las graden religiones monoteístas, judaísmo, cristianismo e islam que basan este reencuentro en la alianza entre Abraham (humanidad) y Dios. Por medio de este reencuentro el hombre toma consciencia de su naturaleza divina y aprende, como afirma un ahadit musulmán, que conociéndose a sí mismo llegará a conocer a Dios. Por revelación semítica entendemos pues la comprensión que Dios y el hombre comparten la misma naturaleza y por tanto forman parte de la misma unidad.
Para comprender esta unidad primero debemos descifrar el dualismo de las dos partes que continuamente se van repitiendo en el mensaje de la tradición semítica y que están presentes en el microcosmos del ser humano con su parte divina y su parte animal simbolizadas por el hombre nuevo y el hombre viejo, “Olam Habá” (mundo venidero) y Olam Hazé (mundo actual). La Torah, que empieza con la letra Bet, que tiene el valor de 2, también nos muestra esta naturaleza dual al distinguir entre “La Ley” escrita (Pentateuco) y “La Tradición” oral (Cábala), las consonantes (cuerpo) y las vocales (espíritu). En la misma interpretación de la Cábala también reside esta dualidad que se manifiesta con la doble interpretación mística y gnóstica.
El mismo dualismo aparece en el simbolismo del Viaje a la Meca, que es exterior pero también interior, se trata de un viaje espiritual de retorno al “Centro”, al “Corazón del hombre” que es dónde reside y podemos hallar a la divinidad. En el símbolo de la Estrella de David podemos visualizar de forma muy explícita esta alianza entre Dios y Abraham, que representa la reunión de lo disperso, la unión del Cielo y la Tierra, el retorno a la Unidad.