La revelación semítica


Entendiendo el simbolismo como el medio por el que transita el hombre en el camino del reencuentro con Dios llegamos al florecimiento de las graden religiones monoteístas, judaísmo, cristianismo e islam que basan este reencuentro en la alianza entre Abraham (humanidad) y Dios. Por medio de este reencuentro el hombre toma consciencia de su naturaleza divina y aprende, como afirma un ahadit musulmán, que conociéndose a sí mismo llegará a conocer a Dios. Por revelación semítica entendemos pues la comprensión que Dios y el hombre comparten la misma naturaleza y por tanto forman parte de la misma unidad. 

Para comprender esta unidad primero debemos descifrar el dualismo de las dos partes que continuamente se van repitiendo en el mensaje de la tradición semítica y que están presentes en el microcosmos del ser humano con su parte divina y su parte animal simbolizadas por el hombre nuevo y el hombre viejo, “Olam Habá” (mundo venidero) y Olam Hazé (mundo actual). La Torah, que empieza con la letra Bet, que tiene el valor de 2, también nos muestra esta naturaleza dual al distinguir entre “La Ley” escrita (Pentateuco) y “La Tradición” oral (Cábala), las consonantes (cuerpo) y las vocales (espíritu). En la misma interpretación de la Cábala también reside esta dualidad que se manifiesta con la doble interpretación mística y gnóstica. 

El mismo dualismo aparece en el simbolismo del Viaje a la Meca, que es exterior pero también interior, se trata de un viaje espiritual de retorno al “Centro”, al “Corazón del hombre” que es dónde reside y podemos hallar a la divinidad. En el símbolo de la Estrella de David podemos visualizar de forma muy explícita esta alianza entre Dios y Abraham, que representa la reunión de lo disperso, la unión del Cielo y la Tierra, el retorno a la Unidad.

Axis Mundi


Podemos destacar las semejanzas entre el mito de Deméter y Demofón con el que nos cuenta Plutarco cuando la diosa Isis también fracasó en el intento de inmortalizar, a través del fuego, al hijo de Astarté. Este fuego purificador, al igual que el de la Hoguera de Heracles, pretendía eliminar los atributos “titánicos” de los hombres que les privaban de la inmortalidad. Ante tal fracaso Demeter/isis instaura los Misterios que permitirán sobrevivir al hombre en su descenso al Hades.

La “Félix Culpa” cristiana también evoca este viaje en el que Jesús desciende al infierno para liberar a Adán, Abraham, al resto de patriarcas, profetas y justos del Antiguo Testamento que esperaban su liberación a través de la redención de Cristo que nació por medio de la Virgen María. Este camino de retorno, el retorno del hombre-dios, fue posible porqué primero existió una separación inducida por la expulsión del Paraíso. 

Deméter, Isis, Atenea, María se nos aparecen como salvadoras o mediadoras entre Dios y el hombre, son el principio femenino, el eje horizontal que permitirá al hombre regresar al centro de la cruz.

Podemos interpretar que el eje vertical de la Cruz, el tótem del chamán, el Axis Mundi o el obelisco egipcio conectan el Centro de la Tierra con el Cielo. Las raíces del Árbol del Mundo descansan en el Infierno, el tronco emerge en la Tierra y su copa alcanza el Cielo. Este eje es por el que transita el chamán en su cualidad de psicopompo. Los hombres, hijos de la creación, pueden transitar por el eje horizontal, desde el exterior hacia el interior, en un viaje iniciático de retorno al centro a través del principio femenino que permite el nacimiento, la muerte y el renacimiento

El simbolismo sagrado del chamán



Las llamadas comunidades arcaicas convivían bajo una concepción animista del mundo que habitaban. Creían en una trascendencia en la que los ancestros y el chamán tenían un papel fundamental. El chamán era el mago, el médico, el psicopompo y guía espiritual. De su universo simbólico podemos destacar la iniciación que le capacitaba para ejercer su función y el tótem como símbolo del viaje chamánico a través del Cielo, Tierra e Infierno. 

Pasados los milenios podemos constatar que este arcaico simbolismo del chamán se ha globalizado y ha permanecido presente hasta nuestros días. Sin duda con el devenir del tiempo y las aculturaciones el simbolismo se ha enriquecido, pero en ningún caso ha cambiado su sentido sagrado. Con la llegada del Neolítico el misterio del “nacimiento-muerte-renacimiento” encuentra su expresión en los ciclos naturales de la agricultura que serán la base en la que se inspirarán los misterios antiguos, como los de Eleusis que según J. Campbell instruyen sobre “la muerte de la naturaleza animal del hombre y la resurrección de su naturaleza espiritual”. Los nuevos dioses sustituyen al antiguo fuego chamánico y ellos serán los nuevos psicopompos que viajaran del Olimpo al Hades y tendrán potestad sobre el destino de los humanos. Por su parte, el tótem chamánico ha sido renombrado como el lingam de Shiva o el “Axis Mundi”.

El pensamiento de Guénon


A principios del siglo XX, en Francia, como repuesta al vacío espiritual de la época, florecieron una serie de movimientos esotéricos entre los que destacan las corrientes espiritistas y ocultistas influenciadas por Allan Kardec y Papus, la Sociedad Teosófica y las logias masónicas. René Guénon, en su búsqueda espiritual, se interesó por ellos en un primer momento pero poco después se desvinculó y criticó este neoespiritualismo al considerar que sus postulados llegaban a conclusiones subjetivas y erróneas.

Consideró que para encontrar la verdad había que regresar la tradición antigua y a los textos revelados. El oriente del mundo islámico, el taoísmo y el hinduismo emergieron para Guénon como el nuevo referente hacia el que se debía caminar porque aún conservaba dicha tradición. Guénon criticó el espiritualismo moderno, y en su retorno a los principios tradicionales desarrollo la doctrina metafísica y el estudio del simbolismo.

El pensamiento de Guénon dio lugar a lo que conocemos como Escuela Tradicional, en la que sus seguidores también consideraron fundamental este retorno a la tradición ortodoxa. Con Guénon la metafísica aparecerá como la ciencia válida para adentrarse en el plano espiritual del conocimiento de los principios eternos y universales. Este conocimiento al que no puede accederse por medio de la razón y el discurso, precisa de la intuición intelectual pura. Se reivindicará la verdadera iniciación como método efectivo para la liberación de los límites del ser humano. Se recuperará la división trial cuerpo, alma y espíritu, y el símbolo, con su lenguaje sintético y esotérico, aparecerá como el puente entre el cuerpo y el espíritu que permitirá comprender todo lo inteligible en función de las aptitudes personales.