“Soy todo lo que ha sido, lo que es y todo lo que será. Ningún mortal ha sido capaz de alzar el velo que me cubre”. Texto de Plutarco, extraido del templo de Neith en Sais.
AMON, RA I PTAH
Iniciación
…el extranjero
llamaba a la puerta del gran templo de Thebas o de Memphis. Varios servidores
le conducían bajo el pórtico de un patio interior. El hierofante se aproximaba
al recién llegado. El sacerdote de Osiris interrogaba al recién llegado sobre
su ciudad natal, sobre su familia y sobre el templo donde había sido instruido.
Si en aquel corto pero incisivo examen se le juzgaba indigno de los misterios,
un gesto silencioso, pero irrevocable, le mostraba la puerta. Pero si el
sacerdote encontraba en el aspirante un deseo sincero de la verdad, le rogaba
que le siguiera. Atravesaba pórticos, patios interiores, luego una avenida
tallada en la roca a cielo abierto y bordeada de obeliscos y de esfinges, y por
fin se llegaba a un pequeño templo que servía de entrada a las criptas
subterráneas. La puerta estaba oculta por una estatua de Isis de tamaño
natural. La diosa sentada tenía un libro cerrado sobre sus rodillas, en una
actitud de meditación y de recogimiento. Su cara estaba cubierta con un velo.
Se leía bajo la estatua: “Ningún mortal ha levantado mi velo”.
— Aquí está la
puerta del santuario oculto — decía el hierofante —. Mira esas dos columnas. La
roja representa la ascensión del espíritu hacia la luz de Osiris; la negra
significa la cautividad en la materia, y en esta caída puede llegarse hasta el
aniquilamiento. Cualquiera que aborde nuestra ciencia y nuestra doctrina, juega
en ello su vida. La locura o la muerte: he ahí lo que encuentra el débil o el
malvado; los fuertes y los buenos únicamente encuentran aquí la vida y la
inmortalidad. Muchos imprudentes han entrado por esa puerta y no han vuelto a salir vivos. Es un abismo
que no muestra la luz más que a los intrépidos. Reflexiona bien en lo que vas a
hacer, en los peligros que vas a correr, y si tu valor no es un valor a toda prueba,
renuncia a la empresa. Porque una vez que esa puerta se cierre, no podrás
volverte atrás...
Edouard Schure –
Los Grandes Iniciados II – Hermes y Moisés
Confesión a Maat
Alabanza a Ti, oh Gran Dios, Dueño de toda la Verdad! He venido a Ti, oh, mi Dios, y me he acercado aquí para hacerme conciente de Tus Decretos. Te conozco y estoy armonizado Contigo y con tus Dos y Cuarenta Leyes que existen Contigo en esta Cámara de Maat. Lleno de verdad he venido a armonizarme Contigo, y he traído a Maat en mi mente y en mi alma.
«A vosotros, Maestros de la Verdad, ofrezco mi homenaje, a ti, Dios, Grande, Maestro de la Verdad igualmente lo tributo. Yo llego hasta ti, ¡oh, mi Señor! yo comparezco para contemplar tu esplendor. Yo te conozco, conozco tu nombre, conozco los de los cuarenta y dos Dioses que están contigo en la Sala de la Verdad, viviendo de los que guardan pecados, alimentándose de su sangre en el día de dar cuenta de las palabras ante Unofré.
Alma doble, Señora de la Verdad es tu nombre, y sabes tú, Señor de la Verdad, que yo te traigo la Verdad y que separo de ti el mal. Nunca he hecho daño pérfidamente a ningún hombre. Jamás hice desgraciados a mis compañeros y semejantes. Nunca realicé hechos reprobables en la Morada de la Verdad. Jamás tuve relaciones con lo malo. Jamás practiqué el mal. Como jefe, nunca hice trabajar a los hombres, más de lo que fuere debido. Mi nombre ha llegado a la barca de la supremacía, mi nombre ha llegado a las dignidades de la supremacía, a la abundancia y a la autoridad del mando. Por mi causa, nunca hubo nadie que temiese, nadie que quedara pobre, que sufriera, ni que fuese desgraciado. Jamás realicé cosa que aborrezcan los Dioses. Nunca consentí que el dueño maltratase al esclavo. Por mí, nadie pasó hambre, y a ninguna persona he hecho llorar.
Yo no he matado. Yo no he ordenado que persona alguna fuese privada de vida traidoramente. Jamás he mentido; jamás saqueé las provisiones de los Templos. Yo no he mermado las cosas ofrendadas a los Dioses. Yo no he despojado a las momias ni de sus panes ni de sus vendas. Yo no he fornicado. Yo no he cometido hechos vergonzosos con ningún sacerdote de mi religioso distrito. No he encarecido ni disminuido los aprovisionamientos. Jamás hice presión sobre el platillo de la balanza. Jamás defraudé, falseando, el valor del propio peso de la balanza. Nunca aparté la leche de la boca del niño. Nunca arrebaté los pastos al ganado. Yo no he puesto redes para coger los pájaros de los Dioses. Yo no he pescado nunca peces muertos. Yo no he rechazado a las aguas en épocas de crecida. Yo no he torcido el curso de la corriente de ningún canal. Yo no he extinguido la llama a su hora de lucir. Nunca he defraudado a los Dioses en sus ofrendas preferidas. Nunca rechacé a los ganados de propiedad divina. No he puesto obstáculo a ningún Dios en su éxodo.
Yo soy puro, puro, puro. Yo soy puro con la pureza del Gran Bennu que está en Heracleópolis... »
Misterios iniciaticos. Durville Henry
Misterios iniciaticos. Durville Henry
LA RESPUESTA DE ISIS
... me presento ante ti conmovida por tus súplicas, yo, la madre de la Naturaleza, señora de todos los elementos, origen y principio de los siglos, divinidad suprema, reina de los mares, primera de entre los habitantes del cielo, representación genuina de dioses y diosas, que con mi voluntad gobierno la luminosa bóveda del cielo, los saludables soplos del Océano, los desolados silencios del Infierno. Y mi único poder, bajo formas diversas, honrado con cultos bajo distintas advocaciones, todo el orbe lo reverencia. Los frigios, primeros seres de la tierra, me llaman la diosa de Pesinunte, madre de todos los dioses; aquí, los áticos autóctonos, la Minerva de Cecrops; allí, los habitantes de Chipre, batida por las olas, la Venus de Pafos; entre los cretenses, hábiles en disparar flechas, soy Diana Díctina; para los sicilianos, que hablan tres idiomas, yo soy la diosa Proserpina Estigia; los habitantes de Eleusis me llaman la antigua diosa Ceres; unos, Juno; otros, Belona; éstos, Hécate; aquéllos, Ramnusia; y los etíopes, que son los primeros en ver la luz del sol naciente, y los egipcios, que sobresalen por su antiguo saber, venerándome con su propio culto, me llaman la reina Isis..."
El Asno de Oro. Lucio Apuleyo
El Asno de Oro. Lucio Apuleyo
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