El esoterismo según Antoine Faivre


Antoine Faivre propone denominar “esotérico” a aquel pensador que acentúa tres puntos: analogía, Iglesia Interior y teosofía, y que de acuerdo con su temperamento, subraya uno u otro de ellos, aunque los tres marchen indisociablemente unidos. 

Analogía: Lo semejante actúa sobre lo semejante; de esta forma se explica a la vez la magia, la teúrgia (arte de ponerse en contacto con los espíritus angélicos) y el conocimiento que el «espíritu de las cosas» puede ayudamos a adquirir. Conocer el mundo es, al mismo tiempo, conocer a Dios; la naturaleza en su conjunto se presenta como una revelación gradual, que puede conducirnos hacia el Ser de los Seres. Así, la ciencia adquiere de un solo golpe una significación eminentemente religiosa. La Tabla de Esmeralda, breviario del pensamiento alquímico, traducida del árabe al latín y muy difundida en el siglo xv, enseña: «Lo que está arriba es como lo que está abajo, lo que está abajo es como lo que está arriba, para que se realicen los milagros de la Unidad.» De esta forma, el hombre es el «microcosmos», un universo en pequeño, que se corresponde con el «macrocosmos» o gran universo; los astros se «relacionan» con el destino de los hombres, y la fisonomía de un hombre—líneas de la mano, rasgos del rostro, etc.—con su destino particular. Puesto que todo está en todo, el hombre y el mundo, como conjunto de correspondencias, merecen ser estudiados como tal. Si bien es cierto que los esoteristas occidentales no siempre comparten con los griegos el gusto por la belleza, se interesan también por la naturaleza y se dejan llevar por la negación total del mundo, tendencia tan característica de la mística oriental no cristiana. Por ello, no cesan de buscar las relaciones de analogía entre el creador y la creación, lazos que Descartes, se cree, habría querido romper deliberadamente. 

Iglesia Interior: La Iglesia interior representa, consecuentemente, la unión de los hombres de deseo, fundada sobre una tolerancia activa, sobre el reconocimiento de los principios implícitos, como la esperanza en la llegada de la Iglesia invisible, cuya venida se trata de activar y que ha de preceder a la próxima destrucción de la Iglesia material. Se concibe que las barreras confesionales no importen nada al esoterista, ya que él insiste sobre nociones poco desarrolladas por las religiones oficiales y que no son de naturaleza tal como para dividirlas. Pero, según una paradoja normal para la lógica de lo contradictorio, la Iglesia interior tiende a revestir una forma concreta, lo que explica la creación de determinadas obediencias para-masónicas, secretas, iniciáticas, generalmente en reacción contra las Iglesias constituidas. 

Esto es debido a que la teosofía, sobretodo la teosofía cristiana, se presenta frecuentemente como mediadora, por definición y por razones evidentes ligadas a la propia naturaleza de Cristo; pero, al mismo tiempo, no apoya la fijación ni la mediación de los hombres. Dentro de las enseñanzas esotéricas, desde luego, ocupa un destacado papel la idea de una «tradición» más o menos conservada, más o menos perdida, que puede volver a encontrarse, bien por la iluminación interior o gracias a iniciaciones que confieren un precioso tesoro de conocimientos y son a la vez vehículo de energías supranormales. La iniciación se presenta, por tanto, como inseparable de la regeneración, que depende de una gnosis, más que de una Iglesia. 

Teosofía: Una reflexión que dé a la analogía un significado relativo a las dimensiones cósmicas y a la historia universal, no puede desarrollarse más que plenamente libre de limitaciones dogmáticas. Tal es la teosofía —aquí este término no se refiere a la Sociedad Teosófica y a las doctrinas de madame Blavatsky— Empleemos aquí el término en su sentido más pleno y general: los pensadores mencionados en esta obra son teósofos, es decir, hombres que insisten sobre puntos de doctrina o de dogma, que el exoterismo de las Iglesias oficiales tiene tendencia a despreciar o silenciar. Estos puntos ellos desean descifrarlos, al mismo tiempo, por la propia reflexión y por la iluminación interior, siendo esta última el resultado de una búsqueda y un trabajo individual o de una iniciación.

Bibliografía; "El esoterismo en el siglo XVIII" Antoine Faivre, EDAF 1976

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